UN HOMBRE BUENO ES DIFICIL DE ENCONTRAR Flanery o Connors

Un hombre bueno es difícil de encontrar
Por Flannery O`Connor

Tomado de LA MÁQUINA DEL TIEMPOimg1203930646677882007954
http://www.lamaquinadeltiempo.com/prosas/flannery01.html

La abuela no quería ir a Florida. Quería visitar a algunos de sus conocidos en el este de Tennessee y no perdía oportunidad para intentar que Bailey cambiase de opinión. Bailey era el hijo con quien vivía, el único varón que tuvo. Estaba sentado en el borde de la silla, a la mesa, reclinado sobre la sección deportiva del Journal.

—Mira esto, Bailey —dijo ella—, mira esto, léelo.

Y se puso en pie, con una mano en la delgada cadera mientras con la otra golpeaba la cabeza calva de su hijo con el periódico.

—Aquí, ese tipo que s’hace llamar el Desequilibrado s’ha escapao de la Penitenciaría Federal y se encamina a Florida, lee aquí lo que hizo a esa gente. Léelo. Yo no llevaría a mis hijos a ninguna parte con un criminal d’esa calaña suelto por ahí. No podría acallar mi conciencia si lo hiciera.

Bailey no levantó la cabeza, así que la abuela dio media vuelta y se dirigió a la madre de los niños, una mujer joven en pantalones, cuya cara era tan ancha e inocente como un repollo, con un pañuelo verde atado con dos puntas en lo alto de la cabeza, como orejas de conejo. Estaba sentada en el sofá, alimentando al bebé con albaricoques que sacaba de un tarro. Seguir leyendo

MARGARET ATWOOD

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Es para mí un gran placer encontrarme aquí, en España, país en el que he vivido muchos momentos maravillosos, en Madrid y también en Barcelona. Ahora estoy en Oviedo, ciudad que ya conozco algo, a través de las páginas de Leopoldo Alas. Es para mí un honor especial que se me haya concedido el Premio Príncipe de Asturias de las Letras 2008. En septiembre estuve en Argentina, donde la gente me observaba con algo parecido al respeto reverencial: resulta asombroso constatar el gran prestigio que el Premio Príncipe de Asturias ha alcanzado en todo el mundo, y no sólo en los países de habla hispana. Dicho respeto es un tributo al gran empeño y a la meditada consideración de los miembros del jurado, en una labor que, a menudo, resulta invisible Seguir leyendo

EL SUEÑO TSAO HSUEH KIN

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TSAO HSUEH KIN

Pao Yu soñó que estaba en un jardín idéntico al de su casa. ¿Será posible, dijo, que haya un jardín idéntico al mío? Se le acercaron unas doncellas. Pao Yu se dijo atónito: ¿Alguien tendrá doncellas iguales a Hsi-Yen, a Pin Erh y a todas las de casa? Una de las doncellas exclamó: “Ahí está Pao Yu. ¿Cómo habrá llegado hasta aquí?” Pao Yu pensó que lo habían reconocido. Se adelantó y les dijo: “Estaba caminando; por casualidad llegué hasta aquí. Caminemos un poco.” Las doncellas se rieron. “¡Qué desatino! Te confundimos con Pao Yu, nuestro amo, pero no eres tan gallardo como él.” Eran doncellas de otro Pao Yu. “Queridas hermanas –les dijo-  yo soy Pao Yu. ¿Quién es vuestro amo?” “Es Pao Yu –contestaron–. Sus padres le dieron ese nombre que está compuesto de los dos caracteres. Pao (precioso) y Yu (jade), para que su vida fuera larga y feliz. ¿Quién eres tú para usurpar ese nombre?” Se fueron, riéndose.

Pao Yu quedó abatido. “Nunca me han tratado tan mal. ¿Por qué me aborrecerán estas doncellas? ¿Habrá de verás, otro Pao Yu? Tengo que averiguarlo”. Trabajado por esos pensamientos, llegó a un patio que le pareció extrañamente familiar. Subió las escaleras y entró en su cuarto. Vio a un joven acostado; al lado de la cama reían y hacían labores unas muchachas. El joven suspiraba. Una de las doncellas le dijo: “¿Qué sueñas, Pao Yu, estás afligido?” “Tuve un sueño muy raro. Soñé que estaba en un jardín y que ustedes no me reconocieron y me dejaron solo.  Las seguí hasta la casa y me encontré con otro Pao Yu durmiendo en mi cama.” Al oír este diálogo Pao Yu no pudo contenerse y exclamó: “Vine en busca de un Pao Yu; eres tú.” El joven se levantó y lo abrazó, gritando: “No era un sueño, tú eres Pao Yu.” Una voz llamó desde el jardín: “¡Pao Yu!” Los dos Pao Yu temblaron. El soñado se fue; el otro le decía; ¡Vuelve pronto, Pao Yu!” Pao Yu se despertó. Su doncella Hsi-Yen le preguntó: “¿Qué sueñas Pao Yu, estás afligido?” “Tuve un sueño muy raro. Soñé que estaba en un jardín y que vosotras no me reconocíais…”