Tal vez no sea casual que Horacio Quiroga haya nacido el último día del año 1878. Este hecho es todo un símbolo de lo que sería una vida signada por últimos días.El fallecimiento de su padre, Prudencio Quiroga, a pocos meses de ese 31 de Diciembre, el suicidio de su padrastro, Asensio Barcos, ante sus ojos de quince años, la muerte de su amigo Federico Ferrari, al dispararse accidentalmente el revólver que Quiroga examinaba, los suicidios de su primera mujer, Ana María Cires, quien se quitó la vida ingiriendo una fuerte dosis de veneno; su propio suicido, al saber que padecía cáncer y los de quienes lo siguieron, su amigo y maestro Leopoldo Lugones, su gran amor Alfonsina Storni y sus hijos Egle y Darío, años después. La muerte fue protagonista en su obra y acompañó a los personajes de sus cuentos. En algunos casos resignadamente, en otros con violenta desesperación. Rosana Gutiérrez
Todo el día, sentados en el patio, en un banco estaban los cuatro hijos idiotas del matrimonio Mazzini-Ferraz. Tenían la lengua entre los labios, los ojos estúpidos, y volvían la cabeza con la boca abierta.
El patio era de tierra, cerrado al oeste por un cerco de ladrillos. El banco quedaba paralelo a él, a cinco metros, y allí se mantenían inmóviles, fijos los ojos en los ladrillos. Como el sol se ocultaba tras el cerco, al declinar los idiotas tenían fiesta. La luz enceguecedora llamaba su atención al principio, poco a poco sus ojos se animaban; se reían al fin estrepitosamente, congestionados por la misma hilaridad ansiosa, mirando el sol con alegría bestial, como si fuera comida. Seguir leyendo