SUEÑO DE FERNANDO PESSOA

FERNANDO PESSOA. Lisboa, 1888-1935. Quedó huérfano de padre siendo muy pequeño, se educó en Sudáfrica, donde su padrastro era cónsul de Portugal, y tuvo siempre la conciencia de ser un genio y el temor de volverse loco como le había sucedido a su abuela paterna. Sabía que era plural y aceptó este hecho tanto en la escritura como en la vida, dando voz a muchos poetas distintos, sus heterónimos, el maestro de todos los cuales era Alberto Caeiro, un hombre de salud precaria que vivía con una anciana tía abuela en una casa de campo del Ribatejo. Pasó su existencia empleado en empresas de exportación e importación, traduciendo cartas comerciales. Vivió casi siempre en modestas habitaciones como realquilado. En su vida tuvo un único amor, breve e intenso, con Ophélia Queiroz, que era mecanógrafa en una de las empresas en las que trabajó. El “día triunfal” de su vida fue el ocho de marzo de 1914, cuando los poetas que lo habitaban comenzaron a escribir a través de su mano.)
NOTA
A menudo me ha asaltado el deseo de conocer los sueños de los artistas a los que he admirado. Por desgracia, aquellos de quienes hablo en este libro no nos han dejado las travesías nocturnas de su espíritu. La tentación de remediarlo de algún modo es grande, convocando a la literatura para que supla aquello que se ha perdido. Y, sin embargo, me doy cuenta de que estas narraciones vicarias, que un nostálgico de sueños ignotos ha intentado imaginar, son tan sólo pobres suposiciones, pálidas ilusiones, inútiles prótesis. Que como tales sean leídas, y que las almas de mis personajes, que ahora estarán soñando en la Otra Orilla, sean indulgentes con su pobre sucesor.

A.T.
SUEÑO DE FERNANDO PESSOA,
POETA Y FINGIDOR

La noche del siete de marzo de 1914, Fernando Pessoa, poeta y fingidor, soñó que despertaba. Tomó un café en su pequeña habitación de realquilado, se afeitó y se vistió con un traje elegante. Se puso su impermeable porque fuera estaba lloviendo. Cuando salió, eran las ocho menos veinte y a las ocho en punto se encontraba en la estación central, en el apeadero del tren que se dirigía a Santarém. El tren partió con absoluta puntualidad, a las ocho y cinco. Fernando Pessoa encontró sitio en un compartimiento en el cual estaba sentada, leyendo, una señora que aparentaba unos cincuenta años. La señora era su madre pero no era su madre, y estaba sumida en la lectura. También Fernando Pessoa se puso a leer. Aquel día tenía que leer dos cartas que le habían llegado de Sudáfrica y que le hablaban de una infancia lejana. Seguir leyendo

TABUCCHI UNA CARTOGRAFÍA INESTABLE ROBERTO FERRO

I – Una cartografía inestable

 No creo que la vida sea comprensible, si no es en términos narrativos. La vida es equívoca y subrepticia y nuestra narración, por muy dotada que esté de voluntad de completarla, acabará asumiendo la fisonomía del objeto narrado, se convertirá en equívoca y subrepticia.

Antonio Tabucchi

   Antonio Tabucchi nacióen Pisa en 1943, pasó sus años de infancia y  juventud en el vecino pueblo de Vecchiano, allí cursó la escuela elemental y media, graduándose luego en el Liceo de Pisa. El relato de iniciación con el que recuerda el momento en el que intuye su vocación tiene el tono de las historias de Pequeños equívocos sin importancia:

 Cuando yo era estudiante de primer curso de Filosofía y Letras en la Universidad de Pisa, mi propósito inicial era el de licenciarme en filología románica o incluso en literatura española, porque era una literatura que me atraía mucho; por aquel entonces, en realidad, conocía bien poco de Portugal. Pero aquel verano, durante un viaje a París, compré en un bouquiniste un pequeño libro que se titulaba Bureau de tabac de Fernando Pessoa, es decir, el poema “Tabaquería”. Era una traducción francesa, sin el texto original, de un poeta que era para mí desconocido. Leí el libro en el viaje de tren que me llevó desde París de vuelta a mi casa y me entusiasmé con aquella lectura. Después, acabado el verano, cuando comencé el segundo año de universidad, decidí, cambiar la orientación de mis estudios, al comprobar que en mi imaginación seguía presente el reclamo y la idea de ese desconocido y curioso poeta portugués que me había seducido.[1] Seguir leyendo

TABUCCHI CONVERSACIONES

“Prefiero no participar en los congresos, que me parecen detestables. Los escritores que participan en ellos acuden desde todos los rincones del globo para intercambiarse banalidades y lugares comunes y volver a sus casas tras haber tabucchiparticipado en banquetes solemnes y grandes comilonas. Evidentemente, si me apetece conocer a un escritor, no se me ocurre esperar nunca hasta coincidir con él en un congreso, porque es el lugar menos indicado para ello: en un congreso el escritor es un simulacro de sí mismo… Durante los congresos, los escritores parecemos todos idiotas, hasta el punto de que uno se pregunta cómo es posible de que estas personas hayan sido capaces de escribir un libro”.

“El problema es que hoy en día la crítica literaria se ha convertido en una profesión y no se puede ser un buen crítico si no se posee también la vocación. Esos críticos de oficio, pagados por su trabajo y basta, leen sin ningún impulso, sin estímulo o interés alguno, mientras que para ser crítico hace falta pasión, como para la escritura. Y esto sucede en todas partes: incluso los mejores periódicos pueden elegir a un crítico arrogante cualquiera que rellene un par de hojas con sus “agudezas”. Un amigo mío escritor, hablando con un crítico, decía acerca de las relaciones entre críticos y escritores: “¿Qué sería de nosotros si no existierais vosotros?”, y a continuación añadía: “Pero ¿qué sería de vosotros si no existiéramos nosotros?” Y si me pregunto cuál de los dos grupos tiene más necesidad del otro, creo que la respuesta está clara porque mientras el escritor posee además a sus lectores, que lo leerían incluso sin la mediación de los críticos, estos dependen de los escritores para existir”.

“En mi opinión, la única obligación del escritor es la de escribir sus obras; no debe, por lo tanto, dedicarse a nada más de manera estable y continuada, se trate de lo que se trate: política, espectáculo, televisión, etcétera. El escritor se expresa a sí mismo y enriquece el mundo sólo a través de la escritura y su deber es dedicarse a ella. Luego, naturalmente puede tener sus aficiones dominicales: coleccionar sellos, pintar a ratos perdidos, tocar el violín, etcétera. Con ello no quiero decir que el artista tenga que encerrarse en su torre de marfil. El “compromiso” de todo artista consiste en decir la verdad acerca de sus sentimientos. No se puede escribir`por una toma de posición previa o por obligación social. Hay muchísimos escritores que hablando únicamente de sí mismos han revelado un compromiso formidable porque lo han hecho con extrema sinceridad y convicción. Esos son los grandes compromisos del escritor, la convicción y la sinceridad”.

De Conversaciones con Antonio Tabucchi
Carlos Gumpert

LOS MUERTOS A LA MESA TABUCCHI

En primer lugar le diría que de la nueva casa le gustaban sobre todo las vistas a Unter den Linden, porque eso le hacía sentirse aún como en casa. Es decir, era una casa que le hacía sentirse como en casa, como cuando su vida tenía sentido. Y que le gustaba haber escogido la Karl Liebknechtsrasse, porque ése también era un nombre que tenía sentido. O que lo había 123tenido. ¿Lo había tenido? Claro que lo había tenido, sobre todo la Gran Estructura. El tranvía se detuvo y abrió sus puertas. La gente entró. Esperó a que se cerraran. Vete, vete, prefiero ir andando, así me doy un sano paseo, hace un día demasiado bueno para desaprovechar la ocasión. El semáforo estaba en rojo. Se reflejó en el cristal de la puerta cerrada, aunque una tira de goma lo dividiera en dos. Estás bien así, partido en dos, querido mío, siempre partido en dos, una mitad aquí y otra allí, es la vida, así es la vida. No estaba mal, no: era un apuesto hombre entrado en años, el pelo blanco, una chaqueta elegante, mocasines italianos comprados en el centro, el aire de bienestar de una persona de posibles: las ventajas del capitalismo.
Canturreó: Seguir leyendo