LA EVASIÓN DE KATHERINE MANSFIELD

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Solo por su culpa, única y exclusivamente por su culpa, habían perdido el tren. ¿Que el tonto del hotelero no había tenido preparada la cuenta? Eso se debía, sencillamente, a que él no le había advertido al mozo, durante el almuerzo, que la necesitaban para las dos de la tarde. Cualquier otro se habría plantado allí, negándose a dar un paso hasta que se la entregaran. ¡Pero no! Su exquisita creencia en la bondad de la naturaleza humana le había permitido levantarse y marcharse a su habitación, a esperar que alguno de esos majaderos le llevara la cuenta… Y después, cuando llegó por fin la voiture, y mientras permanecían inmóviles (¡oh, santo cielo!) esperando el vuelto, ¡por qué no se había ocupado de la disposición de las cajas, para poder, por lo menos, ponerse en camino apenas llegase el cambio? ¿Esperaba, acaso, que ella saliera a pararse bajo el toldo, con el fuerte calor que hacía, asida a su sombrilla? ¡Vaya un cuadro divertido de la vida doméstica inglesa! No siquiera cuando se le dejo al conductor del carruaje a qué velocidad debían viajar prestó él atención alguna; no hizo más que sonreírse. “Ah”, gimió ella, “si el conductor hubiese sido ella, no habría podido dejar de sonreírse, al ser instada a apresurarse en forma tan ridícula y absurda”. Echóse hace. Echóse hacia atrás en el asiento e imitó la voz de su compañero: “Allez, vite, vite”, y pidió mil perdones al conductor por la molestia. Seguir leyendo

LA EVASIÓN DE K.MANFIELD COMENTADO POR ELBA ALICIA MACHADO

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A la hora de elegir un relato pienso siempre en vos y me pregunto si te parecerá interesante, o si dejarás de leerlo porque te aburre. Evidentemente este es un riesgo que tengo la obligación de correr. Tal vez no hayas oído hablar de Katherine Mansfield, cuyo nombre real fue Kathleen Beauchamp y es posible que yo la haya elegido, porque muchos de los que no pertenecen al medio literario, no la conocen. A esta escritora le aceptaron su primer relato a los nueve años, y a esa misma edad ganó el primer premio de redacción de la escuela de la aldea, en su Nueva Zelanda natal. Pero en 1913, cuando ya no tenía dudas acerca de su vocación de escritora, envía a varios editores su cuento “Algo infantil pero muy natural” y fue rechazado por todos. Sus libros no despertaron gran interés hasta que en 1920 aparece Felicidad y luego con Fiesta en el Jardín publicado en 1922, fue considerada la autora inglesa de relatos, más destacada de su generación.

Elegí su cuento “Evasión” que pertenece a Felicidad y otros cuentos y debo decirte que me costó mucho esta elección. Seguir leyendo

LA FLOR AMARILLA DE J CÓRTAZAR

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Parece una broma, pero somos inmortales. Lo sé por la negativa, lo sé porque conozco al único mortal. Me contó su historia en un bistró de la rue Cambronne, tan borracho que no le costaba nada decir la verdad aunque el patrón y los viejos clientes del mostrador se rieran hasta que el vino se les salía por los ojos. A mí debió verme algún interés pintado en la cara, porque se me apiló firme y acabamos dándonos el lujo de la mesa en un rincón donde se podía beber y hablar en paz. Me contó que era jubilado de la municipalidad y que su mujer se había vuelto con sus padres por una temporada, un modo como otro cualquiera de admitir que lo había abandonado. Era un tipo nada viejo y nada ignorante, de cara reseca y ojos de tuberculoso. Realmente bebía para olvidar, y lo proclamaba a partir del quinto vaso de tinto. No le sentí ese olor que es la firma de París pero que al parecer sólo olemos los extranjeros. Y tenía las uñas cuidadas, y nada de caspa.
Contó que en un autobús de la línea 95 había visto a un chico de unos trece años, y que al rato de mirarlo Seguir leyendo

LA ROSA AMARILLA DE J. CÓRTAZAR. COMENTADO POR ELBA MACHADO

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¡Hola! ¿Cómo estás? Hoy te traigo un cuento de Julio Cortázar que nunca había leído y que me  pareció muy interesante se llama  “Una flor amarilla” y pertenece a la segunda parte de Final del Juego. Me recordó un poquito a “El Otro” de Jorge Luis Borges pero sólo en el encuentro que ambos protagonistas tienen con su “otro yo” aunque ese otro yo difiera en uno y otro caso.

¿Pensaste alguna vez en la posibilidad de revivir en otra persona?

A veces la literatura nos pone frente a hechos sobrenaturales que superan nuestra razón. Como dijimos en otro cuento que compartimos, se trata de relatos fantásticos que los buenos escritores nos hacen creer que son reales; hechos y cosas que nos impresionan, que nos asustan, aún sabiendo que son imposibles o por lo menos no comprobables todavía. Digo todavía, porque si bien los hechos de la metafísica no tienen explicación posible, en los tiempos que vivimos lo más insólito puede llegar a ser real, con lo cual pasarían a ser otra cosa o a llamarse de otro modo. Seguir leyendo

EMILIANO PÉREZ CRUZ Y LA VIOLENCIA

En la historia de la literatura mexicana existen grandes y reconocidos autores.

Creadores que gozan de un gran prestigio y un lugar privilegiado dentro de la crítica

literaria, de las aulas universitarias y en los lectores. Son autores prestigiados y su

producción ha sido difundida y objeto de muchos estudios críticos, puesto que, alguno

de sus libros es considerado como una obra fundacional en la narrativa mexicana. Pero

también hay escritores que han hecho aportaciones al discurso literario y no son del

todo valorados. Dentro de esta suerte de escritores “poco conocidos” se encuentra

Emiliano Pérez Cruz.

Las obras de este creador oriundo del Estado de México han sido poco Seguir leyendo

JULIETA EMILIANO PÉREZ CRUZ

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Casi hasta el final de la década de los sesenta, el terreno de la esquina que forman la Calle Ocho y la Sexta Avenida permaneció baldío. Conforme el número de vecinos aumentó fue tomado por asalto y se convirtió en depósito de kilos y kilos de basura y centro de operaciones de los pepenadores que lo visitaban en busca de cartón, huesos, metales y demás material reciclable.

Pensábamos que dicho baldío no tenía dueño, hasta que un día apareció aquella pareja dispareja: don Paco y doña Julieta. Él, cuarentón, bien parecido, alto, coloradote, bigote de aguacero, uniforme color caqui y sombrero tejano. Ella, de cuerpo seco y con el rostro surcado por cientos de arrugas, corte de pelo (entrecano) que terminaba en colita de pato, andaba siempre con la boca pintada de corazoncito y vestía uniforme de enfermera. Rondaba los sesenta y tantos años de edad y trabajaba en el leprosario de Ixtapaluca; él, como carpintero en una paraestatal.

Ambos gustaban del tequila, pero de esto nos percatamos hasta que terminaron de cercar y construir un cuarto y se establecieron entre nosotros, los primeros pobladores de Nezayork.

A diferencia del resto de trabajadores que vivían en la colonia, ambos descansaban dos días a la semana, mismos que dedicaban a la bebida sin medida, hasta que el cansancio los vencía. En un principio fueron pacíficos, incluso entre ellos. Después, Julieta llegó a quejarse con mi madre -con quien había establecido excelente amistad- de las buenas tranquizas que don Paco le propinaba, harto de los celos de que ella lo hacía objeto.

Pero ella no era manca. Seguir leyendo